La injusta muerte de Yves: llamó 15 veces al 112 y la ambulancia llegó pinchada y con retraso en Murcia
Ignacio Martínez, letrado de la Asociación del Defensor del Paciente, logra que el Servicio Murciano de Salud indemnice a sus hijos con 73.925 euros.
Jorge García Badía @@jgbadia Murcia
En Mazarrón todo el mundo conocía a Yves porque su nombre era irrepetible en su pueblo, como también lo fue la desdichada manera en la que murió este hostelero: la ambulancia que debía trasladarlo al hospital cuando sufrió una insuficiencia respiratoria, tardó 1 hora y 49 minutos. Y encima, al llegar a su casa, la camilla era más ancha que la puerta y tuvieron que pedir ayuda a los bomberos, lo que alargó más una espera que no acabó ahí, puesto que la ambulancia tenía una rueda pinchada, de forma que fue necesario movilizar otra Unidad Medicalizada de Emergencias. Tal despropósito asistencial le costó la vida a Yves, con solo 52 años.
Ese fue el luctuoso colofón que tuvieron las quince llamadas que sus familiares realizaron al 112 y al centro de salud que estaba a solo 500 metros de la vivienda de Yves, solicitando algo tan sencillo como que un médico se desplazara a pie hasta su domicilio para atenderle. Tanto Juani como su hermano, José Antonio, conviven con una losa mental desde el 21 de septiembre de 2020: su padre, Yves José García García, podría seguir vivo si la ambulancia no se hubiese retrasado hasta el punto de que aquella insuficiencia respiratoria se convirtió en una parada cardiaca.
El Servicio Murciano de Salud ha dictado una resolución donde admite que la muerte de este hombre se produjo por un retraso en la asistencia de urgencias, indemnizando a sus familiares con 73.925 euros, pero ese dinero no ha frenado a sus hijos para seguir adelante con el proceso legal para buscar algo más importante para ellos: una sentencia condenatoria.
«Mi hermano y yo queremos que se haga Justicia para que quede constancia del mal trabajo que se hizo, para que esto sirva para que no se vuelva a repetir con otros vecinos«, tal y como reflexiona Juani. Por este motivo, el caso lo han puesto en manos del letrado de la Asociación del Defensor del Paciente, Ignacio Martínez. «Esto no lo hacemos por la indemnización: eso no nos devolverá a nuestro padre». Yves era un hombre cuyo enorme físico era proporcional a su corazón y a su implicación con las categorías inferiores del Club Deportivo Mazarrón Fútbol Sala donde jugaba su hijo, José Antonio.
La conocida Confitería Panadería Yves, ubicada en el centro de esta localidad murciana de 32.900 habitantes, solía colaborar económicamente en los campeonatos deportivos, bien con anuncios, o como espónsor de las equipaciones del histórico equipo de fútbol sala fundado en 1986. Incluso donaba productos de su negocio para que recaudasen dinero a través de la cantina del pabellón. «Mi padre siempre se involucraba como patrocinador: era una persona comprometida y con un gran sentido del humor». De ello también pueden dar fe sus amigos, a los que agasajaba cada semana con una cena en su negocio hostelero.
La mañana del lunes 21 de septiembre de 2020 todo eso se fue al traste, desde que la asistenta de hogar de Yves llamó a Juani para decirle que su padre estaba indispuesto. «La chica de la limpieza nos dijo que estaba tumbado en la cama, le costaba respirar y estaba mareado«. De inmediato, su hija se desplazó al domicilio y alertó a su tío porque Ives empezó a arrastrar problemas de salud desde que cumplió los cincuenta: «Era fumador de toda la vida y tenía patologías asociadas al tabaco». De hecho, tenía diagnosticada una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, hipertensión arterial, obesidad, diabetes…
«Llamé a mi tío porque vivía más cerca de la casa de mi padre y a partir de ahí comenzó nuestra larga espera llamando a los Servicios de Emergencias». Esta profesora de Educación Secundaria prefiere utilizar un eufemismo, para no entrar a calificar lo que ocurrió desde que llamaron por primera vez al 112, alertando del preocupante pronóstico del paciente. Así lo recoge la documentación que obra en la causa judicial: «A las 12.31 horas del 21 de septiembre de 2020, el hermano del Señor Yves José García García solicitó asistencia sanitaria urgente, por estar encamado, hinchado, retener líquidos y por presentar dificultad respiratoria».
– ¿Cuántas veces llamaron al 112 pidiendo una ambulancia?
– Juani: Desde el teléfono del hermano de mi padre, del mío y de una prima mía que también se acercó a la casa, a lo mejor pudimos realizar entre los tres, unas quince llamadas. Pasaron varias horas hasta que conseguimos que lo trasladasen al hospital.
Hasta las 13.24 horas, los familiares de Yves no recibieron noticias de la central de emergencias y fue para preguntarles si tenía fiebre, con el objetivo de valorar si padecía Covid, ya que por aquel entonces la pandemia solo llevaba seis meses activa. De nada sirvió que confirmasen que el paciente estaba afebril porque la ambulancia seguía sin llegar a las 13.56 horas y volvieron a telefonear al 112, alertando de que este hostelero había empeorado: sufría una bradicardia.
– ¿Qué respuesta obtenían?
– En el juicio se reprodujeron los audios no solo para verificar las veces que solicitamos una ambulancia, sino también por el tipo de respuestas que recibimos: cero empatía, incluso hasta con mala educación. Me decían: ‘Señora, ¿otra vez está llamando usted?’ Aquel día fue muy doloroso porque por mi formación no podía ayudar a mi padre y se estaba muriendo en la cama, delante mía. Era una situación desesperante: no podíamos moverlo para meterlo en un coche y llevarlo a urgencias porque medía más de un metro noventa y pesaba más de cien kilos.
Tan desesperados estaban los familiares de Yves que decidieron llamar al centro de salud porque «estaba a dos minutos» de su domicilio. Pero ahí se toparon con los protocolos de la pandemia: les contestaron que ese servicio no era de Atención Primaria de Mazarrón, sino del Servicio de Urgencias del Hospital Santa Lucía de Cartagena. Cada minuto que pasaba, el estado de salud de este vecino, de 52 años, iba empeorando: pulso débil, disminución de la temperatura corporal, cambios de coloración en la piel…
Pasados veinte minutos de las dos de la tarde, por fin llegó la ansiada ambulancia, pero entonces comenzó otra odisea: «El personal sanitario vino con una camilla que no era adecuada y tuvieron que llamar a los bomberos para ayudarles a bajar a mi padre a la ambulancia. Encima, una vez que le habían puesto con la respiración asistida, la ambulancia estaba pinchada y tuvieron que llamar a una segunda ambulancia». A Yves le volvió a tocar esperar por tercera vez.
Juani no exagera un ápice en su relato, puesto que la resolución del Servicio Murciano de Salud no solo admite que el tiempo de asistencia prestado a su padre «supera en demasía los estándares de calidad», sino que además corrobora lo accidentada y surrealista que fue la atención prestada por emergencias: «A las 14.20 horas llegó la ambulancia al domicilio. A su llegada, se constató que el paciente presentaba parada cardiaca, por lo que se inició maniobra de reanimación cardiopulmonar e intubación del mismo, los técnicos de emergencias procedieron a trasladar al Señor Yves José García García hasta la ambulancia, sin embargo, el traslado se frustró, y ello debido a que la camilla que portaban era más ancha que el marco de la puerta».
«Dada la dificultad, indebidamente no prevista, se solicitó mediante llamada la colaboración del servicio de bomberos. Es realmente sorprendente que a pesar de que en esta circunstancia de compromiso vital, había presentes, como poco, tres adultos -hermano, hija y sobrina del finado–, que no se pasase el marco de la puerta entre todos, sino como se dice, que se perdiese aún más tiempo llamando a los bomberos. Transcurridos de 15 a 20 minutos, se personaron los bomberos en el domicilio y transportaron al Señor Yves José García García hasta la ambulancia. Previo al inicio del desplazamiento al hospital, hubo que cambiar de ambulancia por avería, y pasados 20 minutos, a las 15 horas, llegó la segunda ambulancia».
En la práctica, los familiares de Yves realizaron la primera llamada al 112, a las 12.31 horas, pero no fue hasta las 16.05 horas cuando este pobre hostelero puso rumbo al Hospital Santa Lucía de Cartagena. «Recuerdo que solo se quejaba sin poder hablar», tal y como resume Juani, sobre aquella terrible espera en la que presenció la agonía de su padre. A las 17.34 horas de aquel 21 de septiembre, su padre ingresó en la UCI y sufrió la segunda parada cardiorrespiratoria del día que le acabó costando la vida. «No era una persona tan mayor para morir de esa manera».
El último recuerdo que tiene de Yves en vida no tenía nada que ver con el de ese futbolero apasionado que viajó a la localidad manchega de Fuentealbilla, para conocer el pueblo de Andrés Iniesta, o de ese padre entregado que cada fin de semana se llevaba de excursión a Juani y a su hermano, José Antonio. «Cuando éramos pequeños, a pesar de que era panadero y tenía un trabajo con horarios complicados, cada domingo nos íbamos fuera: a un zoológico, a un parque de atracciones…».
La muerte del cabeza de familia supuso el luctuoso final a ocho años de actividad de la Confitería Panadería Yves, bautizada con un nombre único en todo el padrón municipal de Mazarrón. «Mis abuelos emigraron a Francia y a mi padre le pusieron su nombre en francés por el día del santo en el que nació«, tal y como aclara Juani. «No seguimos con el negocio porque era incompatible con mi horario como profesora y el de mi hermano en ElPozo«.
Ignacio Martínez, abogado de la Asociación del Defensor del Paciente, resalta que este caso pone de manifiesto que «la burocracia asistió a la muerte de un paciente: el protocolo establece que la llamada al 112 se tipifique en función de la patología y se le asigne un recurso lo más rápido posible, pero aquí hubo un desfase de tiempo injustificable».
«Tras solicitarse para su estudio, los audios de las llamadas a emergencias, se pudo comprobar que no solo estábamos técnicamente ante una desastrosa gestión de una urgencia médica para salvar la vida de una persona, sino que dichos audios reflejaban una respuesta fría, burocrática e inhumana a las reiteradas imploraciones dramáticas que hicieron, durante horas, los familiares del fallecido para que acudiera algún médico a asistir a quien se moría poco a poco, por no poder respirar», según reflexiona Martínez. «Ni siquiera se contempló que se desplazara un facultativo del centro de salud que estaba pegado al domicilio del paciente».
Este letrado experto en pleitos sanitarios es rotundo a la hora de concluir que se pudo evitar la muerte de Yves: «Su estado de salud empeoró por el retraso de la ambulancia y seguro que hubiese sobrevivido de haber llegado antes, no hay que olvidar que llegó vivo al hospital cuatro horas después de la primera llamada de sus familiares al 112″.
Tan evidente es la negligencia cometida que el Servicio Murciano de Salud, antes de que se conozca el veredicto de los juzgados, ya ha emitido una resolución donde reconoce parcialmente el error. A pesar de ello, los hijos del fallecido continuarán el proceso legal hasta que se dicte sentencia y se les reconozca toda la indemnización solicitada, más intereses y costas, por importe de 100.000 euros.
Juani, de 35 años, y su hermano, José Antonio, de 31, tienen claro qué harán con parte de ese dinero: «Tuvimos la suerte de conocer muchos países porque a mi padre le gustaba viajar y teníamos pendiente hacer un viaje a México los tres juntos, aunque él no esté lo haremos porque le gustará».
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