Carlos de Juan: «El pecio fenicio Mazarrón II estaba en riesgo, hemos hecho lo que tocaba»

El doctor en Arqueología e investigador de la Universidad de Valencia (UV) ha dirigido la campaña de extracción del pecio fenicio y ahora liderará los trabajos de estudio y remontaje

Con la vista siempre puesta en los fondos marinos, Carlos de Juan Fuertes (Valencia, 1974) es doctor en Arqueología e investigador de la UV especializado en restos subacuáticos. Se interesó por la materia durante su etapa de estudiante en la Facultad de Historia, al conocer el trabajo de George Bass. Con éxitos en su haber como la excavación del los pecios Bou Ferrer en Villajoyosa, Cap del Vol en Cataluña o el Mazotos en Chipre, dirigió la campaña de extracción del Mazarrón II para el Ministerio de Cultura y el Gobierno de la Región de Murcia llevada a cabo en los últimos dos meses. Arqueólogos con conocimientos de buceo sacaron del agua, en soportes fabricados para cada pieza, los 22 trozos que se someterán a desalación por ósmosis, a un tratamiento de preimpregnación por polietilenglicol para rellenar las cavidades de la madera y a su liofilización a fin de lograr el secado por sublimación. Todo ello en el ARQUAtec, el laboratorio del Ministerio en Cartagena. Ahora, De Juan encabezará el proceso de estudio y remontaje de la nave, en una tierra a la cual considera pionera en arqueología subacuática por «su gran riqueza» al respecto.

—Los fenicios construyeron el Mazarrón I y II, hallados en la costa de dicha localidad. ¿Qué características tienen?

—Son embarcaciones de reducido tamaño, de ocho metros de eslora —tal vez de 12, en el caso del Mazarrón I— y realizadas en la zona para transporte local de pequeñas actividades comerciales. Con ellas no se cruzaba el Mediterráneo, al estar pensadas para desplazarse por su entorno costero. Esto último lo sabemos porque, al estudiar las juntas de su arquitectura, descubrimos que no están hechas para soportar los golpes contra las olas, una característica de la navegación marítima. 

—Háblenos más sobre la cultura fenicia más allá de lo conocido por todos, que eran unos comerciantes natos.

—Sabemos de los fenicios a través de fuentes escritas griegas y romanas tardías, no tanto propias. Fue una civilización que, tras la desaparición del Reino de Canaán por las invasiones de los pueblos del mar en el 1200 a. C., tomaron aquella herencia de construcción naval y navegación cananea y se establecieron en la costa sirio-palestina, en las ciudades-estado de Tiros, Sidón y Biblos. Por diversos avatares, iniciaron una expansión comercial y colonial hacia el Occidente de manera gradual, conforme se fueron asentando rutas y bases por todo el Mediterráneo. Profundizaron en la navegación astronómica —los griegos llamaban a la polar la «estrella fenicia»—; y su manera de construir embarcaciones era más robusta que la de los helenos, quienes en el siglo VI a. C. abandonaron su tradición de barcos cosidos para copiar las técnicas fenicias. Los romanos hicieron lo propio ‘secuestrando’ naves cartaginesas durante las guerras púnicas para reproducirlas en el III a. C. con fines militares. Estos reconocían a los púnicos —los fenicios del Mediterráneo Central con base en Cartago— como los «grandes maestros» de la construcción naval.

—Y, 2.600 años después, usted y su equipo hacen ‘emerger’ el Mazarrón II… ¿Cómo la embarcación puede revelar, tanto tiempo después, claves del pueblo que la diseñó?

—Una pieza del puzle nunca nos va a permitir completar todo el puzle, pero sí contestar a muchas preguntas. No queremos magnificar ni decir que vamos a reescribir la historia de los fenicios gracias al Mazarrón II, eso sería muy osado. Ahora intentaremos dar interpretación a esas técnicas de carpintería observadas en el pecio para intentar construir un discurso histórico en relación. Por ejemplo, el ancla… ahí vemos una evolución tecnológica de los fenicios llegados a la península ibérica desde el levante del Mediterráneo. El cepo de la pieza está oculto en un cajetín para que las civilizaciones coetáneas, que aún tiraban piedras atadas para anclar los navíos, no entendieran su funcionamiento. Por otro lado, si somos capaces de ver si el Mazarrón II sufrió reformas, puede indicarnos la coexistencia entre autóctonos y fenicios. 

«Ahora intentaremos dar interpretación a esas técnicas de carpintería observadas en el pecio para intentar construir un discurso histórico en relación»

—Ríos de tinta han corrido sobre el proceso de extracción y el propio barco… Se ha calificado al mismo de «hito mundial»; y algunas voces se han aventurado a afirmar que son los restos navales «más antiguos y mejor conservados».

—Los restos arqueológicos subacuáticos de navío más antiguos son los del pecio de Uluburun, en Turquía, del siglo XIV a. C. Y hay embarcaciones del Egipto faraónico muy bien conservadas del II milenio a. C. Eso sí, en cuanto al Mediterráneo Occidental, es de las embarcaciones más añejas que se conocen. Y es de las más completas de toda la antigüedad, no solo de la época arcaica. El proceso de extracción ha sido un hito en el contexto español, porque aquí no son tantos los barcos que han salido del agua y se encuentran en museos; el Mazarrón II es el primero de la era arcaica que lo hace y con intención de ser expuesto al público.

—Sin duda, ha sido un proyecto muy mediático; ha despertado el interés de la sociedad y ha puesto a trabajar juntas a dos administraciones de distinto color…

—Sí, hemos notado que ha despertado muchísimo interés; tal vez por el intento de polemizar sobre dónde se expondrá el pecio. O porque se debatió mucho hasta tomarse la decisión, en 2022, de extraerlo. Aquel año, el Ministerio de Cultura convocó una reunión internacional de expertos en la cual hubo unanimidad: el Mazarrón II estaba en riesgo tras haber perdido su protección natural por el clima cambiante, así que hemos hecho lo que tocaba. Y en cuanto a las administraciones, es el escenario que debemos señalar como positivo: que los gestores estatales y autonómicos se hayan puesto de acuerdo, algo que debería ser normal para primar la protección del patrimonio.

—La restauración del Mazarrón II se prolongará, mínimo, hasta 2028 en las instalaciones de ARQUAtec, en Cartagena. ¿Ahora empieza lo difícil?

—Es más complejo el proceso de extracción que el trabajo dentro del laboratorio. El ARQUAtec es un medio muy controlado, mientras que en el subacuático no es posible hacerlo igual de bien. La tarea que tenemos ahora por delante no es arriesgada, no tiene mayor complicación, pero sí es lenta. El método que emplearemos está constatado y contrastado desde los años 60 del siglo pasado.

—Y una vez concluida dicha fase, ¿dónde se expondrá? Según informaciones, el Ayuntamiento de Mazarrón y el Gobierno de la Región de Murcia apuestan por la localidad del hallazgo, mientras que el Ministerio en el ARQUA, en Cartagena.

—Nosotros, como investigadores de la UV, no tenemos la competencia para decidirlo ni para pronunciarnos. La tarea que efectuamos es 100% científica. Respecto a ello, existe una decisión política sobre si se exhibirá en Mazarrón o en Cartagena. La Universidad la apoyará siempre y cuando esté garantizada la conservación futura del pecio allá dónde se decida, en unas instalaciones que cuenten con las características técnicas adecuadas en cuanto a espacio y personal especializado, además de con el calificativo ‘para siempre’, que es el criterio a seguir cuando se mueven esta clase de piezas.

«La Universidad apoyará la futura ubicación siempre y cuando esté garantizada la conservación del pecio allá dónde se decida»

—¿Se baraja que el Mazarrón II salga de la Comunidad para ser expuesto en otros recintos culturales como el MAN o en las dependencias del Museo Naval en Madrid?

—Al ser Bien de Interés Cultural (BIC) no creo que fuera sencilla su salida de la Región. De todas formas, en las reuniones con las autoridades políticas tratamos cuestiones relativas a la investigación y conservación del pecio y no de lugares, como científicos que somos. El emplazamiento final, insisto, es una decisión política. En esa cuestión solo podemos dar asesoría técnica, no decir dónde se debe exponer.

—Por último, ¿el Mazarron II puede convertirse en un atractivo turístico a la altura del ‘barco de Oseberg’?

—Puede, si bien hay que valorarlo en su justa medida. Es una nave con una carga de información histórica considerable, pero carece de monumentalidad. Atraerá a cierto perfil de visitante, con inquietudes sobre el tema. Y todos sabemos que ese no es el porcentaje mayoritario del turismo que se mueve… En definitiva, que nadie piense que el Mazarrón II será un polo de atracción turística y que habrá colas y empujones, ojalá. Museos como el de Roskilde en Dinamarca poseen más pecios, salas recreativas, reproducciones experimentales… Nos inspiramos en ellos y trabajamos para que, una vez esté estudiado al 100% el Mazarrón II, se elabore una réplica funcional con la cual cumplir objetivos turísticos y divulgativos, y salir a navegar a la manera fenicia por la playa de la Isla de Mazarrón. La iniciativa aún no está asegurada en los presupuestos, aunque lo vemos factible.