130 años del accidente minero más mortífero en la historia de Mazarrón

Ese fatídico día, sobre las diez de la mañana, cuando muchos mineros del turno de la noche aún no habían llegado a sus casas, se oyó el sonido desgarrador de la sirena que no anunciaba un relevo

 Aquel amanecer del día 16 de febrero de 1893 todo parecía normal en Mazarrón. Los primeros rayos de luz anunciaban, como siempre, el relevo de los mineros que habían estado toda la noche trabajando en Santa Ana, Triunfo, Impensada y La Aguja. Todos bajaban por la calle de Los Lardines y muchos hacían una parada casi obligatoria en las diferentes tabernas y cantinas que flanqueaban esa misma calle. Allí, los “carajillos”, las “Láguenas” y los “reparos” eran el justo premio a una noche tenebrosa en las profundidades del cabezo de San Cristóbal. Haber salido indemne un día más del venenosogas carbónico o de un “liso” que les reventase la cabeza era una victoria que merecía celebrarse. A veces, losaguerridos mineros alargaban la mañana en esos antros, donde, bien temprano, ya volvían a la faena conocidas prostitutas de la localidad.

Ese fatídico día, sobre las diez de la mañana, cuando muchos mineros del turno de la noche aún no habían llegado a sus casas, se oyó el sonido desgarrador de la sirena que no anunciaba un relevo. Mazarrón siempre ha temido esos sonidos secos y estridentes. Durante los siglos XVI y XVII eran los frecuentes toques a rebato de la campana del castillo de Los Vélez, los que hacían estremecerse a todo el vecindario porque uno o varios centenares de piratas berberiscos armados se hallaban en las inmediaciones del pueblo.

Pero lo que sucedió en la mañana del jueves 16 de febrero de 1893 fue mucho peor. El enemigo surgió de las entrañas de la tierra, sin aviso previo y arrasando la vida de 28 personas en un instante. Una explosión de gas carbónico en las profundidades de la mina Impensada se llevó por delante muchos sueños de tantas familias que luchaban por sobrevivir en una tierra que ni siquiera era la suya. Los primeros en acudir fueron los propios compañeros que habían salido del turno de la noche, abandonaron las tabernas y subieron corriendo, calle Lardines arriba, junto a las mujeres que habían despedido a sus maridos e hijos apenas una o dos horas antes. Una vez llegados a la mina siniestrada el espectáculo se tornaba muy angustioso, apiñados frente al pozo María Elena, esperando la subida de la jaula con el anhelo de encontrar a un esposo o a un hijo vivo.

La desgracia ocurrida a 330 metros de profundidad en el pozo María Elena de la mina Impensada tardó mucho tiempo en olvidarse en Mazarrón. Sin embargo, el paso deltiempo borró aquella triste memoria. Creemos que nuestro deber hoy es recordar a todas y cada una de las víctimasque murieron en accidentes mineros a lo largo de casi 100 años. Así mantendremos vivo su recuerdo y tendremos más dignidad como población.

 

Mariano C. Guillén Riquelme

Cronista Oficial de la Villa de Mazarrón